Hacia el final de la campaña presidencial del 2016, Donald Trump dijo que las elecciones estaban manipuladas o que las elecciones estaban manipuladas si él no ganaba. Este punto de vista en realidad resultó ser una proyección de sus propios esfuerzos de campaña para “manipular” las elecciones con la ayuda de los servicios de seguridad rusos que pueden haber interferido lo suficiente en los estados en disputa para ayudarlo a ganar en el colegio electoral. Trump continuó diciendo lo mismo durante la campaña del 2020. Esta vez perdió por millones de votos y una puntu- ación del colegio electoral de 306 a 232.
Luego proyectó su derrota sobre su oponente y dio a luz a la Gran Mentira que decía que le habían robado la elección. La mayor parte del Partido Republicano creyó en su mentira y la apoyó hasta el punto de provocar que sus seguidores crearan una insurrección violenta diseñada para revocar la certificación de Joe Biden como el presidente debida- mente electo de los Estados Unidos.
Hasta el día de hoy, al menos un tercio de los votantes en el país creen la mentira y activistas y expertos de extrema derecha los alientan a actuar en consecuencia, incluida la poderosa red de noticias de televisión FOX que, al menos hasta hace muy poco, se propuso ser la voz no oficial del ex presidente y sus seguidores.
Los medios en los Estados Unidos, con la excepción de FOX y otros medios que están de acuerdo con él, intervinieron para investigar, descubrir y reportar la Gran Mentira como eso. Este toma y daca por parte de reporteros y comentaristas de todo tipo junto a los tribunales ha ser- vido para esclarecer la verdad del voto.
El proceso de esclarecimiento ha recorrido un largo camino en la defensa de las instituciones democráticas que garantizan el fundamento de nuestra libertad. Sin embargo, ¿qué sucede cuando la prensa y sus actividades son detenidas y su voz silenciada por el control guberna- mental de los medios y publica solo su versión de la historia?
Eso es lo que está haciendo la prensa rusa que acompa- ña la invasión de Ucrania. Comenzó con el presidente Putin inventando la Gran Mentira que acusa a Ucrania de estar dirigida por nazis que buscan dañar a Rusia. Cuando mencionas a los nazis en esa parte del mundo, estás jugando con los temores causados por la invasión alemana de la Segunda Guerra Mundial. La proyección de Putin de ese miedo refleja su propio deseo de tener una excusa para invadir y dominar Ucrania como parte de la construcción de un nuevo imperio.
Esta vez no hay prensa libre para decirle la verdad al pueblo ruso. El presidente Putin se ha asegurado de que los únicos medios que cuenten la historia pertenezcan al estado.
En el caso de Estados Unidos, la prensa libre ha sobrevivido al intento de Trump de denigrarla hasta el punto de permitirle mantenerse en el poder. La institución se mantuvo firme contra el comportamiento criminal que ahora es objeto de muchos litigios y muchas historias y libros narrativos.
Hay lecciones que aprender al mirar y comparar a un tirano y un aspirante a tirano en sus relaciones con la prensa. La mejor lección, sin embargo, tiene que ver con el papel esencial que juega la prensa para mantener viva la libertad.
En el caso de Estados Unidos, también valida la genialidad de insistir en que la Declaración de Derechos comience con la Primera Enmienda a la Constitución. En el caso de Rusia, la negación de Putin de una prensa libre podría conducir a la Tercera Guerra Mundial.
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