Por: David Conde
Durante el Movimiento Chicano hubo teatros didácticos improvisados que presentaban al “Tío Taco”, el “vendido”, el equivalente al Tío Tom como un personaje que seguía aceptando las condiciones sociales, políticas y económicas que le imponía el racismo, la exclusión y el irrespeto. Ser calificado como Tío Taco fue un resultado común para aquellos que optaron por mantenerse al día con las aspiraciones institucionales estadounidenses tradicionales.
Es fuera de este ambiente que nació el Consejo del Suroeste de La Raza en Arizona y floreció para convertirse en el Consejo Nacional de La Raza (NCLR, por sus siglas en inglés) cuando se mudó a Washington, D.C. en 1973. Eventualmente se convirtió en la organización defensora más grande e influyente de temas latinos.
En el 2017, NCLR volvió a cambiar su nombre a UnidosUS. Los tiempos habían cambiado ya que el establecimiento latino del este y el Caribe que se había convertido en una voz importante en la organización no podía identificarse con “Raza”, un término asociado con la visión del secretario de Educación mexicano Vasconcelos del mestizo como una raza “cósmica” o quinta porque su sangre incluye las otras 4 razas.
Como resultado, el sabor mexicano-americano de la organización comenzó a disminuir. Sin embargo, a principios de julio, Raúl Yzaguirre, el gran líder de NCLR durante 30 años (1974-2004), recibió la Medalla Presidencial de la Libertad, el premio nacional más alto por liderazgo y servicio civil.
El pasado de julio tuve la oportunidad de asistir a la conferencia anual de UnidosUS en San Antonio. La esposa del presidente, la Dra. Jill Biden, vino durante un almuerzo y ofreció un discurso elogiando la singularidad de la cultura latina en su diversidad. Es, dijo, “tan distinta como las bodegas del Bronx, tan hermosa como las flores de Miami y tan única como los tacos de desayuno aquí en San Antonio”. La reacción negativa a la comparación del “taco” que siguió fue provocada por los medios latinos que lo vieron como un regreso al estereotipo negativo que promovía la deslealtad a la comunidad y la ciudadanía de segunda clase en Estados Unidos.
Sin embargo, si hubieran hecho los deberes y entendido de qué tacos hablaba Biden se sentirían menos insultados. Los tacos básicos de San Antonio no están hechos de maíz sino de tortillas de harina y no están rellenos con cosas sofisticadas, solo frijoles refritos y tal vez algo de queso. Lo sé porque esos tacos eran el alimento básico de nuestra mesa como trabajadores agrícolas en los campos del centro de Texas. Ayudaron a mantener a las familias trabajadoras agrícolas mientras trabajaban desde el amanecer hasta el atardecer.
Recuerdo una mañana temprano, mi abuela se levantó y preparó y empacó 14 tacos para nuestro almuerzo. Luego nos envió a tres adolescentes a trabajar al campo con la idea de que tendríamos los tacos para comer al mediodía. Eso no es lo que sucedió porque mientras trabajábamos seguíamos sumergiéndonos en el paquete del almuerzo para tacos como bocadillos matutinos. Al mediodía no había nada para comer y tuvimos que beber mucha agua para terminar el día.
En esos días sabía de tortillas de maíz y tacos, pero pensaba que era algo asociado con cruzar la frontera para comer en México. Más tarde, comer tacos de maíz y sus divertidos caparazones duros fue una de mis primeras experiencias en Colorado. Los maravillosos tacos de todo tipo han experimentado un tremendo crecimiento en los Estados Unidos debido a la gran comunidad de inmigrantes y al gusto general estadounidense que se ha inclinado hacia la comida mexicana. Los tacos como símbolo políticamente decreciente son menos poderosos porque se han convertido en una parte genuina de lo que somos como país.
