Si nos tomamos el tiempo para mirar hacia atrás en nuestras experiencias de vida, encontraremos casos en los que las personas que conocemos han acusado a otros de cosas terribles porque “ellos saben”. En algunos casos, los acusadores luego son encontrados culpables de las mismas cosas que han impuesto a otros.
Tales acusaciones son una forma de descargar la culpa y, al mismo tiempo, crear una realidad alternativa para la comodidad personal y grupal. Sin embargo, la historia tiene una forma de llevarnos a un punto de juicio sobre la verdad de las cosas que confronta la mentira y el engaño.
Muchas veces, cuando proyectamos nuestras debilidades y pecados en los demás, no pensamos en un posible efecto contra producente que los traerá de regreso a nuestra puerta. Esto es lo que le está empezando a pasar al ex presidente Trump.
El 16 de junio del 2015, Trump bajó las escaleras mecánicas doradas de la Torre Trump en Nueva York para anunciar su candidatura a la presidencia. Destacado en sus comentarios fue su descripción de los inmigrantes latinos como violadores y criminales.
Ocho años después, un jurado de Nueva York lo encontró responsable de abuso sexual y otorgó a su acusador 5 millones de dólares en daños. Hasta el momento, también ha sido acusado de 71 cargos de conducta delictiva en 2 casos diferentes, uno en Nueva York y el último en un tribunal federal de Miami, Florida.
Sus presuntos delitos incluyen la falsificación de registros comerciales para encubrir el dinero para silenciar a una estrella porno durante su campaña para presidente, una violación de la Ley de Espionaje que prohíbe la retención de documentos de seguridad nacional, conspiración con otros para cometer un delito, hacer declaraciones falsas para investigar autoridades, obstrucción de una investigación federal, mal manejo de documentos oficiales y desacato al tribunal por desobedecer deliberadamente una orden judicial.
Varios grandes jurados todavía están deliberando sobre otros cargos graves, incluidos los intentos de “robar” las elecciones presidenciales del 2020 a través de la coerción y la violencia.
Donald Trump perdió su reelección presidencial del 2020 y luego decidió buscar la manera de continuar por otro mandato o más. Uno de los esfuerzos para revertir su derrota fue presentar 65 demandas, solo para perderlas todas.
Al mismo tiempo, estaba proyectando sus propios inten- tos de “robar” la elección en varios mecanismos de conteo de votos estatales en el campo de batalla. Incluso se organizó un movimiento “Stop the Steal” liderado por su base política MAGA, por sus siglas en inglés, para promover un resultado diferente al que indicaban los totales de votos en estos estados.
Además, algunos de los intentos de robar votos para cambiar el resultado de las elecciones del 2020 fueron liderados personalmente por el presidente Trump, lo más visible en este sentido fue su llamada telefónica al Secretario de Estado de Georgia para pedirle que encontrara 11,780 votos para el Presidente que, en ese momento, era 1 más de los 11.779 por los que había perdido el estado.
El evento más destacado en el esfuerzo por revertir las elecciones del 2020 fue el ataque del 6 de enero del 2021 por parte de activistas del MAGA en el capitolio nacional. Este ataque, encabezado por Donald Trump, constituye un intento descarado de negar la certificación del voto y mantener al Presidente en el poder a través de la violencia y la insurrección.
La violencia ejercida contra esta y otras instituciones es inconmensurable y de larga duración. Todo esto sucedió porque Trump quería quedarse en el cargo incluso si la gente decía que no.
En estos tiempos difíciles, es muy importante vivir nuestras vidas lo más cerca posible del lema “honor, deber y patria”. Es muy importante que seamos responsables ante nosotros mismos por estas palabras porque la Gran Mentira todavía está ahí afuera.
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