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Dar gracias en la mesa es más que una oración

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David Conde, Consultor Senior de Programas Internacionales

El Día de Acción de Gracias está a punto de llegar y generalmente encontramos la necesidad de detener nuestra vida normal y reunirnos como familia para cenar y tal vez ver al fútbol. El ritual que acompaña a la cena de Acción de Gracias es una oración que reconoce la bendición de Dios sobre la reunión y la generosidad representada por la abundante comida en la mesa.

La parte de la oración siempre ha sido algo que he evitado en secreto desde que era muy joven. Parte de la razón ha sido que creo que la oración es una experiencia transformadora con poderosas consecuencias. Primero comencé a pensar en la oración como una fuente de confusión. Criarme en una comunidad fundamentalista y evangélica de habla hispana me hizo pensar inicialmente en la oración como una conversación con Dios.

La idea de la oración como una conversación personal con Dios parecía ser muy diferente de la de mis amigos católicos mientras oraban recitando textos que habían memorizado durante su educación en la iglesia. Además, ellos llamaban a su oración “rezar” y yo llamo a la mía “orar”.

No pensé en buscar la diferencia en las palabras y la semántica involucrada hasta que crecí y me concentré en otros desafíos. Pensando en retrospectiva, a veces me arrepiento de no haber conocido la diferencia durante mi infancia porque me habría ayudado a vincularme mejor con mis amigos.

Durante esos días hubo momentos de gran tensión que nos llevaron a orar juntos con frecuencia. Recuerdo un momento particular en un partido de baloncesto entre nuestro equipo de Horace Mann y un equipo de Skinner Junior High en el norte de Denver que nos tenía un punto detrás cuando faltaban segundos para el final.

Un par de mis compañeros sugirieron que pidiéramos la ayuda de Dios para ganar el juego. Entonces nos reunimos y nos guiaron en oración con un “Ave María llena eres de gracia” que yo no conocía.

Perdimos el juego y de alguna manera sentí que era mi culpa porque conocía las palabras y Dios estaba mirando. Nunca les dije a mis com- pañeros que no conocía la oración porque no era católica y, en el calor del momento, no se dieron cuenta.

Debido a mis primeras experiencias, comencé a evitar el acto de orar y encontraba razones para no participar ni siquiera durante un servicio religioso. No fue hasta que fui estudiante universitario que me di a la tarea de intentar comprender este aspecto de mi carácter.

Llegué a aceptar la noción de la oración como una experiencia transformadora que requiere una intención seria. No puede ser algo que uno simplemente diga/recite.

La oración seria es un acto de separación de la vida cotidiana, una transición hacia una nueva visión de posibilidades y el descubrimiento de nuevas ideas extraídas del reino eterno. La oración utiliza palabras, ya sea en recit- ación grupal o personal, como una forma de iniciar el viaje hacia un lugar que se encuentra más allá de las palabras.

Una oración de Acción de Gracias brinda la oportunidad de hacer un balance de nosotros mismos y revivir el amor familiar y la unión familiar. Es una forma de transformar la reunión en algo mágico.

Por eso, el jueves buscaremos encontrar una unión genuina. Nos reuniremos, miraremos un poco de televisión, comeremos en la mesa y tal vez discutiremos nuestros planes para Navidad y Año Nuevo. Quizás queramos construir o distribuir una lista de niños que estarán esperando que Papá Noel venga con regalos. Sin embargo, en medio de eso, es importante tener un momento de oración.

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