América se halla en medio de un cambio de generaciones complicado por las divisiones económicas, sociales, ambientales, culturales, demográficas y políticas en el país. La manifestación más visible y dramática de ese cambio y sus complicaciones se halla en nuestro liderazgo político que se ha desviado tanto el uno del otro que una diferencia de opinión sea razón para hacerse enemigos.
En la cima de la lista política son los candidatos para la presidencia de los Estados Unidos. Aunque los candidatos y su “séquitos” reflejan algunos de los representantes de las generaciones jóvenes, queda claro que los hijos e hijas de la generación grandiosa, los baby boomers, aún se ven en control.
Uno de los esfuerzos culturales prominentes del movimiento chicano era el de traer a los de la tercera edad a su “lugar merecido” en la comunidad. Se sentía como si la tradición demandara que los mayores tuvieron un lugar especial debido a su conocimiento y recuerdos colectivos de los valores esencia- les para la supervivencia de una cultura.
Eso llevaba más peso entre las familias rurales de inmigrantes que contaban con el patriarca para mantener la familia junta al atravesar el país. En mi familia extendida, mi abuelo era un contratista y dueño de la camioneta que transportaba a muchos obreros de los campos a casa y de casa a los campos.
Aparte de eso, mi abuelo era el ministro de la iglesia y guiaba los servicios donde paráramos. Sus sermones y las enseñanzas de los que él invitaba al púlpito compartían la verdad indiscutible en una mente como la mía, aún bajo desarrollo.
Al mirar atrás a esa época, me convencía cada vez más de que la pobreza genere un factor de perseverancia que nos enseña a aceptar nuestra condición humana. Los sermones a la congregación solían alimentar esa noción y hasta justificaban nuestra ciudadanía de segunda clase como una circunstancia necesaria para nuestros premios celestiales.
Así que los líderes de la generación boomer al parecer no se hayan envejecido bien. Específicamente, han presenciado un ciclo complete to libertad sin riendas, Woodstock, activismo del ala izquierda contra la guerra de Vietnam, el acogimiento de valores conservativos bajo Ronald Reagan y ahora la agitación MAGA en busca de una dictadura blanca.
Es por eso que mucho en el país ven a los mayores de edad como factor negativo en nuestro liderazgo nacional, y especialmente, en los probables candidatos presidenciales (Biden y Trump) este año de elecciones. La edad tampoco parece contarse entre los derechos civiles en los niveles más altos de la fuerza laboral. El presidente Biden de 81 años, cumple los 82 después de las elecciones en noviembre. El una vez presidente Trump tendrá 78 años antes de las elecciones.
Sus edades son tema de debate porque la generación boomer a la que representan se ha estado “descarrilando” desde hace tiempo. La gran división que la generación ha creado y representa es producto de las diferencias históricas en cuanto a América y su lugar percibido en el mundo.
Hay un sentimiento general que esta es la última vez que un boomer sea finalista para la presidencia. Los próximo cuatro años se presentarán como un tour de despedido a menos que el grupo MAGA logre desmantelar la constitución y mantener a su líder en poder.
Para mí, la edad de uno sí rinde una colección de experiencias que constituyen sabiduría. Este atributo se debe de honrar en nuestros sitios públicos.
Sin embargo es hora de un cambio generacional. Es hora de contar con liderazgo nacional nuevo.
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