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Mande su voto para que cuente

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David Conde, Consultor Senior de Programas Internacionales

Votemos como si nuestras vidas dependieran del resultado, porque así es. En otras palabras, tenemos que votar no sólo porque es nuestro deber, sino porque nuestro voto bien puede determinar si tenemos el derecho de votar en el futuro.

Durante me niñez se entendía que en mi familia el voto era algo importante que ejercía la gente. Esa es parte de la razón por la caul la gente en nuestra comunidad pasaba el sombrero para recolectar monedas para el impuesto electoral de tres dólares que mi abuelo tenía que pagar para votar.

Para nosotros nuestro abuelo era la persona más importante en la comunidad. Era nuestro ministro, nuestro contratista, el dueño de la camioneta que usamos para viajar y era el patriarca de nuestra familia.

No sabíamos ni pesábamos que todos podíamos votar. En ese entonces el voto costaba un día de salario y eso era una indicación clara que solamente la gente importante con dinero podía votar.

No es que la familia no estuviera interesada en los asuntos del país o del mundo. Teníamos un interés dedicado a lo que pasaba ya que contábamos con familiares en las fuerzas armadas y, en la mayoría de los casos, estábamos en guerra y a veces algunos perecían.

Hay una anécdota de cómo mi padre que tenía tres meses de estudios, aprendió a leer en español. Compraba periódicos en español disponibles en el valle Rio Grand de Texas y dedicaba mucho tiempo al estudio de las palabras sílaba por sílaba hasta que podía leer.

Era la segunda Guerra Mundial y necesitaba saber en qué condiciones se encontraba el país. Había otro momento más tarde cuando apenas había llegado a Sterling, Colorado en que se caducó la batería de nuestro 49 Chrysler porque estaba escuchando las noticias en la radio del voto electoral entre Dwight Eisenhower y Adlai Stevenson hasta que ése fue elegido presidente.

Nuestra historia nacional nos ha llevado a un punto que pone el peligro la naturaleza de nuestro sistema democrático comenzando con el voto de la gente. Donald Trump y las fuerzas de la autocracia han acaparado los intereses de uno de nuestros dos partidos políticos mayoritarios.

En 1854 con la cooperación de otros partidos y bajo la plataforma contra la esclavitud, el partido republicano fue organizado para rivalizar el partido demócrata y su plataforma para los derechos de los estados y a valor de la esclavitud. Son los republicanos que dirigían la lucha en la Guerra Civil contra el sur para lograr una conclusión exitosa.

Sin embargo 180 años después, el partido republicano ha completado un giro de 180 grados formando parte de algo llamado “la estrategia sureña” creada por la campaña del Presidente Nixon en 1972 para convencer a los estados de la antigua confederación a hacerse republicanos. Desde entonces se han revivido las aspiraciones que conducían a la Guerra Civil alimentadas por los temores racistas de MAGA y otros que teman perder su estatus mayoritario.

Ese temor y las alusiones del sur previas a la Guerra Civil, las cuales prometen control total a cualquier costo, han mandado el partido republicano a un espiral anti-democrático que alimenta los diseños de personas como Trump. Los americanos que crean en la constitución y la importancia de instituciones democráticas que existen para proteger nuestra libertad, tienen que contraatacar esa posibilidad.

Al entrar en temporada política nacional, es importante que cada americano sienta el poder para tomar las decisiones que vayan a preservar nuestro estilo de vida y extender oportunidades para construir una América mejor. El esfuerzo para hacer esto una realidad comienza con las boletas electorales.

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