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La virtude de la edad en un momento de instabilidad

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David Conde, Consultor Senior de Programas Internacionales

La anticipación para el discurso del Estado de la Unión este año bordeaba frenética debido a todo lo que se pudiera fallar en el discurso. Desde las palabras y los gestos del presidente hasta su edad de 81 años, todo se cuestionaba.

Su edad parecía ser el enfoque del espectáculo ya que era el tema de discusión principal de los comentaristas antes del discurso.

Lo que presenciamos fue un discurso fiero que repasó los logros de la administración Biden, explayó planes para el futuro y contraatacó a aquellos que sacrificaran la democracia para curar sus reclamaciones personales, sociales y políticas. El tono y la sustancia del discurso sacaron a luz los elementos que antes se preparaban detrás de las cortinas.

Para la decepción de muchos, el trabajo de Biden en asuntos internaciones y domésticos se ha hecho sin mucho alboroto. Eso incluye la revitalización de OTAN, la asistencia administrada a Ucrania, el conflicto entre Israel y HAMAS, la Naciones Unidas, Irán, China, India y Rusia. La agenda doméstica incluye la economía, la inmigración y la justicia social.

Sus críticos sugieren que esa forma de presidir una nación sea intencional para mitigar la presencia pública del presidente y los errores comúnmente cometidos por personas de la tercera edad. El discurso parece haber borrado algunas de esas preocupaciones.

La presentación también demostró la determinación de un hombre con un historial político extensivo para luchar contra las fuerzas de caos que amenazan nuestra libertad y nuestra democracia.

Me recuerda un poco esto al héroe prusiano de la Primera Guerra Mundial, Paul von Hindenburg (1847-1934), quien como presidente del la República de Alemania bregó contra Adolf Hitler y sus esfuerzos para consolidar el poder en una democracia débil. Se mantuvo en su puesto hasta 1933 y murió el año siguiente a la edad de 87.

El Presidente Joe Biden está en la posición única de ser el líder político nacional que defienda la democracia constitucional contra las fundaciones del autoritarismo con preferencias racistas. La sabiduría acumulada por figuras como los presidentes Franklin Roosevelt, Dwight Eisenhower, John Kennedy, Lyndon Johnson y Ronald Reagan ha creado un pozo de inspiración y sabiduría que ha pavimentado la senda hacia el excepcionalismo estadounidense.

Los que hayan presenciado los cambios políticos y socio-económicos a través de los años, cambios que han guiado nuestra nación a dónde está hoy día, tienen mucho que ofrecer en un momento cuando tantos cuestionan la validez de los Estados Unidos como el faro de la libertad. Dirigir nuestro país nunca ha sido cuestión de edad sino de visión e idea.

Resulta que estamos en medio de cambios políticos drásticos presentados por un nuevo siglo, una nueva generación demográfica y un nuevo convenio emergente entre las minorías étnicas y raciales. Los cuales enfrentan la prevaleciente estructura política del país. Este periodo dinámico de cambios está desubicando las emociones y las identidades de la gente.

No es sorprendente que el liderazgo para bregar contra estos desafíos ha sido y sigue siendo, en su mayoría, sea de la generación Baby Boomer que está completando su ciclo de liderazgo.

La edad se puede expresar como una riqueza de conocimientos. Lo necesitamos ahora.

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