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La nueva Guerra Fría ha llegado

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David Conde, Consultor Senior de Programas Internacionales

LLegué a Alemania para mi servicio militar cuando el infame muro de Berlin estaba bajo construcción. Prevenía que los alemanes del este escaparan para el oeste. Como joven de 17 años yo sabía que lo que hacía la Unión Soviética en Alemania Oriental era serio.

Esto se reflejaba en los momentos en que las noticias de los tanques estadounidenses que habían salido de su ruta y accidentalmente destruido los campos agrícolas durante sus ejercicios de entrenamiento en preparación para una invasión armada. Había otros momentos tensos ya que Berlin Occidental estaba rodeado de territorio comunista.

Dos años después, en el apogeo de la Guerra Fría, el Presidente Kennedy vino a Berlin para dar un discurso de ánimo a los 120 mil residentes de Berlin Occidental. El discurso del 26 de junio, 1963 se presenció y escuchó por todo el mundo y incluyó la frase célebre, “Ich bin ein Berliner.”

El Presidente Reagan vino a Berlin 24 años más tarde y demandó que el líder de la Unión Soviética Mijaíl Gorbachov “derribe este muro.” El muro de Berlin era un símbolo poderoso de la Guerra Fría y su derribo marcó la caída de la Unión Soviética. La ‘muerte’ de la Unión Soviética dejó los Estados Unidos como la única superpotencia internacional. Sin embargo, la ausencia de tal adversario comenzó a llenarse con otros problemas que nadie se había consid- erado en aquel momento.

Cuando pensamos en la Guerra Fría del sigo 20 inmediatamente pensam- os en la Unión Soviética y sus aliados como el bloque soviético, Alemania del este, China, Vietnam, Cuba y hasta Afganistán. Cuando pensamos en la “Guerra Fría” de nuestra época, encontramos asuntos más complicados. Por una mano, tenemos a China y sus aliados peligrosos como Rusia y Corea del Norte en Asia y, Irán y los estados agentes como Yemen, y organizaciones terroristas como Hamas y Hezbollah entre otras. De hecho, a corto plazo estamos lidiando con una guerra amenazada contra Israel por Irán y, en un nivel estratégico, la invasión de Taiwán por China que quiere recuperar la isla.

Dado ese contexto, hemos fallado al pensar en nuestra situación política de entonces y ahora. No pensamos en la inquietud doméstica causada por la falta de unidad. Subrayando esa inquietud fueron los movimientos de derechos civiles y las protestas contra la Guerra de Vietnam dirigidas por los boomers jóvenes de la época.

Ahora, sin embargo, las ocurrencias domésticas están englobando el papel de los Estados Unidos en los asuntos mundiales. Esta vez la “Guerra Fría” pasa en casa. Parece que hay ese aire de consternación que precede una confrontación violenta entre dos facciones en guerra. La ironía es que estos asuntos, posiblemente más complicados, sean muy parecidos a los que causaron la Guerra de Secesión.

En el siglo 19 el asunto de consternación tenía que ver con la creencia por “cintura de algodón” que abolir la esclavitud significara un desastre económico para los estados del sur. Avivando el argumento económico estaba el pretexto que la supremacía blanca era esencial para el bienestar del país. ¿No es la supremacía blanca un punto de consternación hoy día? ¿No es ésta la noción que se pro- nuncia más fuerte ahora que las poblaciones minoritarias de color alcanzan las de la mayoritaria?

¿Y esto no hace que la naturaleza de la nueva Guerra Fría sea interna? ¿No sirve para recordar que la caída de un país viene por el enemigo interno?

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