El concepto de asistir a la universidad nunca se le ocurrió a Evangeline ‘Vangie’ Sena mientras crecía en el valle de San Luis. Claro, cuando era niña, y niña latina, asistir a la universidad era cosa de otros. “Yo quería ir, pero no pensaba que pudiera,” dijo.
Pero todo eso cambió cuando su hermano, apenas reingresado tras la conclusión de la Segunda Guerra Mundial, anunció que iba a la universidad – gracias a la Ley de Reajuste de Militares (G.I. Bill). Ella no lo sabía en ese momento pero el anuncio de su hermano le cambió la vida.
Tras graduarse de la preparatoria como valedictorian en Blanca, Colorado en 1953, se inscribió en el Adams State College (actualmente Adams State University).
“Quería ser enfermera, pero no teníamos dinero,” dijo. Por ende escogió el camino de maestra. “Era básicamente la única opción, si asistías a Adams.”
En una entrevista dominical, su esposo, Val, relató una anécdota parecida. Nacido en Fort Garland, se mudó con su familia a medida que su padre buscaba varios empleos, entre ellos carpintero, pastor de ovejas y minero de cobre. Hasta mudó la familia a Los Angeles donde encontró trabajo construyendo escenarios para películas de MGM. Tras nueve años en California, la familia regresó al valle. “Fui de una escuela intermedia de 1,2 mil estudiantes en Los Angeles a Fort Garland. Fue un choque cultural.”
Fuera de la escuela, agrega, su padre “me mantenía ocupado minando y cargando carbón” a varios clientes por el pueblo. Viendo que ese labor tenía poco futuro, se unió a las Fuerzas Aéreas donde “aprendí mucho de electrónicos y mecánica.” También se pudo zafar de Fort Garland. Quería más y por medio de las fuerzas armadas, lo logró.
Su trabajo en las Fuerzas Aéreas lo convenció que hac- erse un ingeniero electrónico era una posibilidad. Además lo mantendría cerca de los aviones, cosa que le agradaba durante su servicio. Era un trabajo que le permitía usar su cerebro en lugar de sus músculos. Eso también era atractivo.
En 1957 él inscribió en Adams State donde, aprovechándose de los créditos ganados en la fuerzas armadas, cumplió sus estudios en tres años. Los Senas se casaron en 1959.
El primer trabajo de maestra de Vangie la llevó a Pueblo donde enseñó por tres años. “Me encantaban los alumnos,” dijo. “Eran pobres, como yo era, y bregaban con la lectura,” recordó. Otros maestros le echaban la mano a la “maestra principiante.”
La pareja, ahora padres, se mudaron a Denver a prin- cipios de los 60s. El Sr. Sena “encontró un trabajo en Lowry (la base aérea)” trabajando como instructor dando clases de misiles a soldados jóvenes. El trabajo terminó, dijo, “cuando el Presidente Kennedy canceló el programa y hubo una reducción a la fuerza.”
En poco tiempo encontró un trabajo en en la escuela intermedia Cole Junior High como maestro de matemáticas. La escuela contaba con un cuerpo estudiantil afroamericano y latino. Fue en la Colo que comenzó algo relativamente nuevo en aquel entonces, un club de estudios latinoamerica- nos. El próximo año, a la petición de Bernie Valdez, cambió a la Horace Mann Junior High donde Valdez, nuevamente, le pidió que coordinara todos los clubes de estudios latino- americanos en DPS.
A medida que escalaba el sistema de DPS como maestro y luego a su primer trabajo de asistente al director en la Kepner Junior High, su esposa se apartaba del trabajo para hacerse ama de casa. La familia había crecido a seis, cuatro hijos. En 1970, volvió al trabajo.
“En Del Pueblo era la bibliotecaria,” un trabajo que ella tuvo por nueve años. Mientras le gustaba el papel, tenía el ojo puesto en otras ambiciones. Se hizo directora y entonces la maestra principiante que ‘se mojó los pies’ en Pueblo se fijó en un doctorado y se inscribió en la CU-Boulder. En la CU almorzaba a diario con su hija, una estudiante de CU.
Para entonces, Val, se establecí como director escolar, también. Cambió del decano de hombre jóvenes en la West High School al puesto de director.
Durante sus carreras, ambos han puesto un valor alto a la educación y eso los llevó a LAEF, la Latin American Educational Foundation. Desde su establecimiento en 1949, LAEF ha regalado más de 7 mil estudiantes latinos con $7 millones de becas escolares. Los Senas han dado su propia beca.
En el aniversario 75 de la LAEF, dieron reconocimiento a los Senas por sus contribuciones a la educación y como donantes. Su beca se otorgó a la estudiante de la Universidad de Northern Colorado, Alex Archuleta. Archuleta pretende buscar una carrera en la educación preescolar o maestra de kinder. “Se sienten como familia,” dijo Archuleta después de conocer a los Senas. Conoció a la pareja para agradecer su apoyo. “Era un momento difícil para mí,” recordó. “Mi abuela estaba en el hospital. Pero los Senas eran muy agradables y simpáticos.”
Los Senas pensaban lo mismo de Archuleta. “Ella es buena gente,” dijeron. “Esperamos lo mejor de ella también.”
Ahora que ambos están por cumplir 90 años, los senas dicen que la educación ha sido una parte maravillosa de sus vidas. Les ha ayudado a levantar a muchos estudiantes que de otra manera se hubieran perdido en un sistema que no se conoce por ser inclusivo o agradable.
Viendo que su esposa tiene su doctorado, el Sr. Sena se ríe de que su esposa le supere el rango ya que “sólo llegué a ser director.” Agrega que ella siempre le ha superado el rango. Al seguir la conversación se hace claro que siempre han sido iguales como padres y compañeros.
Los Senas han tenido un impacto no calificable en miles de vidas, muchas cuyos nombres se han borrado debido al tiempo y el volumen. Aunque no recuerden los nombres de los estudiantes que han formado parte de sus vidas, no serán olvidados por aquellos cuyas vidas hayan impactado.
