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La política tras el conflicto entre Israel y Palestina

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David Conde, Consultor Senior de Programas Internacionales

Cuando hablamos del conflicto entre Israel y Palestina, podemos mirar hacia años atrás. He estado mirando una serie televisiva llamada Moisés y los diez mandamientos y ahora miro la secuela, La tierra prometida.

Ambas series presentan la esclavitud de los judíos en Egipto tanto de manera bíblica como humana, los 40 años en el desierto Sinaí y luego el proceso de entrar en la tierra prometida. Aunque Dios le otorgó Canaán a Abram, el terreno ya lo ocupaban sus descendientes y otros.

De nuevo, cuando Israel se volvió país en 1948, el terreno ya lo ocupaban personas distintas como judíos, cristianos y musulmanes. Esencialmente la historia bíblica se repitió. Desde que los judíos llegaron a reclamar la tierra prometida y debido a que, en términos modernos, alcanzaron la independencia, ha habido un conflicto constante. Aún así el apoyo de parte de las fuerzas aliadas de la Segunda Guerra Mundial para los judíos no ha titubeado. Se debe eso a todo lo que sufrieron a manos de los Nazis y el hecho de que Israel sea un oasis de instituciones democráticas en el Medio Oriente.

Para la comunidad árabe, la partidura de Palestina fue un estorbo y una herida que no se ha sanado. Todo lo que ha obligado a Israel pelear en siete guerras y varias operativas para mantenerse vivo como nación.

Durante el mismo período, el Medio Oriente se volvió un lecho de fundamentalistas islámicos que “se oponían a la infiltración de influencias seculares y occidentales y buscaban implementar la ley islámica incluyendo un código de comportamiento estricto.” Han desempeñado el terrorismo como arma ya que ausenta una fuera militar con poder suficiente para cambiar su situación. Los Estados Unidos han sido blanco de ese terrorismo y ha dejado una marca indelible en nuestra historia, nuestra política y nuestro espíritu nacional.

Desde el establecimiento de Israel ha existido el deseo “natural” de socorrer el país cuando se presente una amenaza. El 7 de octubre no fue diferente. Una vez más los “adversarios” en el Medio Oriente se hicieron presentes como terrorista violentos y no como los defensores de la justicia. Es muy parecido al terrorismo que previamente había traído tanta condenación.

Dicho eso, se nota que hay una opinión nueva, particularmente entre aquellos que tiene poca memoria de la historia viviente del Medio Oriente, que tratemos a las comunidades afectadas de manera distinta al liderazgo divisorio que manda en la región. Esa opinión correlaciona directamente con el sufrimiento humano causado por la política y los gobiernos.

Esa conversación se vive en los Estados Unidos y por el mundo a medida que nos acercamos a las elecciones nacionales. Los activistas en los campos universitarios quieren mover la aguja política hacia sus causas, pero el tema no tiene que ver con el ganador, tiene que ver con los derechos humanos.

La mayoría de los jóvenes de la nueva generación miran más allá de los temas divisorios y quieren que nuestros líderes hablen de nuestro sentido de humanidad ante tanta muerte y destrucción. No quieren entretener las políticas radicales y conservadoras de un gobierno israelita que parece estar fuera de control, ni tampoco la de los yihadistas islámicos de Hamas que matan a la gente. Lo que quieren ver es la protección de víctimas desamparadas e inocentes de estas maquinaciones políticas. Quieren que dejemos de matarnos y que busquemos una manera de convivir.

Tal vez esto sea ingenuo, pero es un sentimiento creciente en las Américas.

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