Parece que los dos candidatos presidenciales de los partidos republicano y demócrata cojean en la recta final.
Abrumados por el bagaje producido por su generación y su “basura” acumulada, se hallan tirando y jalando la carga con cuatro meses restantes para las elecciones.
Después de décadas de servicio público, el Presidente Joe Biden, un talismán estándar del partido demócrata, parece carecer de energía. El cansancio que muestra en la campaña política es reflejante del último respiro de una generación que está en el proceso de completar su gira.
El expresidente Donald Trump no solamente demuestra las características autocráticas y antidemocráticas del una vez altamente respetado partido republicano sino que añade su propia característica divisiva que bien podía haber provocado un intento de asesinato.
El peso de su bagaje no tiene precedencia como lo representan tanto la telaraña de mentiras que comprenden un mundo alternativo producido por los medios como los cimientos de lo que, en el idioma de Star Wars, se llamaría el lado oscuro.
La generación grandiosa que experimentó la peor caída económica en la historia, sobrevivió dos guerras mundiales y habilitó el poder económico y militar más fuerte del mundo, regaló a su progenie las aspiraciones de la clase media y el concepto de que era la responsabilidad de cada generación asegu- rar un mejor futuro para su progenie.
La generación boomer que siguió ha tenido resultados mixtos en mejorar ese legado.
La Segunda Guerra Mundial dejó a dos gigantes militares: los Estados Unidos y la Unión Soviética. Las competencias posguerra entre estos dos superpoderes nucleares provocaron cuatro décadas de tensión mientras la generación boomer crecía y se establecía.
Esas tensiones hacían poco para que los boomers dejaran de enfocarse en sí mismos, en sus juegos, en su música y en sus tendencias contraculturales. Cuando se dirigían a temas serios como la guerra en Vietnam, se hacían los opositores provocando divisiones en el país y causando que un presidente abandonara su candidatura para la reelección.
La generación boomer tomó la riendas del poder en los 1990s durante el apogeo de una exitosa economía neoliberal y el comercio mundial personificado por el Presidente Clinton (nacido en 1946) y las políticas avanzadas por el Presidente Reagan. Los últimos 31 años, sin embargo, han sido un descenso gradual y más divisiones políticas que enfatizan la redefinición de lo que se debe de considerar propio de los Estados Unidos y cómo definir ser estadounidense.
Este tema combinado con los ideales de democracia contra autocracia está en juego al ojo público. Ha creado una brecha que va en contra de la esencia de nuestra Constitución y la unidad que ésta ofrece a la gente.
“Nosotros, el pueblo de los Estados Unidos, con el fin de formar una Unión más perfecta, establecer la justicia, garantizar la tranquilidad nacional, atender a la defensa común, fomentar el bienestar general y asegurar los beneficios de la libertad para nosotros mismos y para nuestra posteridad …” La generación boomer en sus últimos días de poder político parecen amenazar ese legado y su significado duradero.
Uno puede decir que la generación boom comenzó como el niño mimado de padres con buenas intenciones que habían sufrido y sacrificado mucho. Querían lo mejor para sus hijos y esperaban un mejor país como resultado.
Aunque no se ha escrito el último capítulo, parece que la generación boomer no ha mantenido unidos el país. Cojea en la recta final.
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