En su libro generacional, “Entender los Medios: las Extensiones del Hombre (1964)”, el autor Marshall McLuhan nos presenta con la noción que en la edad electrónica, el medio es el mensaje debido a que tiene la habilidad de manipular la información a tal grado que cambie el entendimiento del mundo que nos rodea. La luz como medio, por ejemplo, es más creativo cuando nos revela nuevas imágenes de las sombras de la oscuridad.
He escuchado a ministros y pastores hablar de Cristo como “la luz del mundo.” Suelen asociar este fenómeno con la verdad según las creencias Cristianas.
De hecho la asociación de Cristo con la luz es tanto real como simbólico. Sí vino como la “luz del mundo” y mucho más que eso.
La jornada de Maria para dar Cristo a luz en Belén estaba llena de simbolismo histórico del pasado y los peligros y amenazas oscuros del presente. Dar a luz a Cristo en un pesebre en un pueblito oscuro iluminó de manera maravillosa el lugar y trajo certeza a la noción que el Hijo de Dios había llegado.
En uno de muchos ensayos literarios, analicé la historia personal de una heroína llamada Alejandra en una novela argentina. Uno de los muchos puntos que resalté mostraba como ella había bregado con los obs- táculos comparado con sus contrapartes masculinas.
En las historias de aventura tradicionales, los héroes masculinos suelen confrontar, atacar y superar sus enemigos a la fuerza. En el caso de Alejandra, ella venció las sombras amenazantes en un salón oscuro al encender las luces.
Maria hizo algo parecido al dar a luz a Cristo y así “iluminar” el mundo. Recrear el gozo de una navidad luminosa y multicolor se ha convertido en una tradición que sigue ese concepto.
En un sitio pre-Hispano llamado Xochicalco, ubicado cerca de Cuernavaca, México, hay una cueva que guía a un observatorio antiguo donde todo el salón se ilumina durante el solsticio primaveral en marzo. Esa luz era un signo a los granjeros para que empezaran a sembrar su cosecha.
La sociedad agrícola de la época de Cristo no hubiera sido diferente. “Un texto del año 243 e. c., designó el 25 de marzo como el nacimiento de Cristo. En el calendario romano el equinoccio veraniego se fijó el 25 de marzo, el día en que la primavera triunfa contra el invierno y entre la naturaleza se brotan nueva vida.
Se daban varias razones para cambiar la fecha del nacimiento de Cristo del equinoccio primaveral al invernal. Entre ellas es que reemplazaba otras festividades paganas que ocurrían en esas fechas o el hecho simbólico de que cel- ebrar al Niño nacido en el día más corto del año alimentara el concepto de un comienzo nuevo.
Otra razón importante y poderosa es que durante la noche más larga y oscura del invierno, Cristo disminuyó la oscuridad. Las tinieblas simbólicamente representaban las cosas malévolas que Cristo vino a vencer. Sea como sea, celebramos el nacimiento del Salvador el 25 de diciembre con regalos navideños, reuniones familiares y el gozo que eso brinda. El árbol de navidad con sus ramas adornadas de luces blancas o multicolores es la pieza principal y símbolo del mundo que Cristo creó por medio de su nacimiento.
Sin lugar a dudas uno se percata del halo redondo en las imágenes del Señor, la Virgen María y los santos representados en paredes y lienzos. Esos halos o a veces rayas cortas en las figuras santas reflejan la luz que el Niño Jesús trajo al mundo. Feliz Navidad.
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