El 20 de noviembre se cumplen 114 años desde el inicio de la Revolución Mexicana. El día se ha convertido en un símbolo importante de una revolución incruenta en curso diseñada para transformar el país en un estado sin ciudadanos marginados.
Andrés Manuel López Obrador, el presidente populista de México hasta el 1 de octubre de este año, hizo mucho en su mandato de 6 años para reformar los poderes legislativo y ejecutivo del gobierno, construir redes de seguridad en las áreas de salud, educación y pensiones de vejez y realinear la identidad mexicana. Sin lugar a dudas, las iniciativas a las que se les dio más visibilidad fueron los proyectos de infraestructura en la península de Yucatán y el Istmo de Tehuantepec, que se ha mencionado como una posible alternativa al Canal de Panamá.
Se agregó gran fanfarria a la culminación de un proyecto ferroviario llamado “El Tren Maya”. Esta iniciativa ferroviaria está diseñada para tocar todos los principales sitios mayas antiguos en la península y el sur de México.
El programa incluye la construcción de nuevos aeropuertos, como el aeropuerto internacional de Tulum, que prometen aumentar aún más el turismo en la región. Los viajeros podrán ahora aterrizar en este y otros aeropuertos a lo largo de la Riviera Maya y no sólo disfrutar de las playas, sino también viajar en un sistema ferroviario de lujo a todos los sitios culturales de la región.
Se espera que el mandato de la presidenta Claudia Sheinbaum aborde proyectos de infraestructura en el norte. Junto con la construcción de nuevas universidades y hospitales accesibles para los pobres rurales, hay dos importantes sistemas ferroviarios planeados.
Ella está dando prioridad a la necesidad de trenes rápidos de pasajeros que pueden ser una alternativa eficaz a volar y conducir. Una ruta llevará a los pasajeros a través de varios estados hasta Nuevo Laredo y la otra a lo largo del Mar de Cortés hasta la frontera con Arizona.
El énfasis en el norte es un recordatorio directo de que esta parte del país ha sido el centro del cambio histórico. La región también representa lo que puede llamarse la cuna de la Revolución Mexicana de 1910.
Cuando el presidente Porfirio Díaz, dictador de México durante más de 30 años, se retractó de su palabra de no presentarse a las elecciones de 1910, Francisco Ignacio Madero González, el primer presidente elegido democráticamente durante la Revolución, le dio al presidente Díaz hasta el 20 de noviembre para cambiar su postura o enfrentarse a un conflicto armado. Cuando Díaz se negó, Madero se levantó contra él desde el estado norteño de Coahuila.
Así y por qué el 20 de noviembre de 1910 se convirtió en la fecha oficial de la Revolución Mexicana. Fue un acontecimiento sangriento que se cobró la vida de 2,7 millones de personas, incluidos civiles, durante casi una década de guerra.
A pesar de lo caótica que fue la Revolución, aspiraba a restablecer las bases democráticas de un pueblo libre. La Constitución de 1917, que en cierto sentido ayudó a poner fin al caos de la guerra, emuló y mejoró la gran Constitución de Benito Juárez de 1857 que había creado los parámetros de un estado democrático.
México está en su segundo gobierno de seis años dedicado a una transformación legal, económica y cultural que busca basar su identidad en su herencia precolombina y llevar a las clases más bajas a la corriente nacional. El lema de la iniciativa es “por el bien de todos, los pobres primero.”
La Revolución Mexicana buscó reestructurar la vida de un pueblo y sus instituciones. El esfuerzo actual por volver a esos ideales, que resultaron de tanto sacrificio, es un noble experimento que pone a prueba la sostenibilidad de la voluntad nacional.
En Estados Unidos compartimos muchas de las mismas aspiraciones. Vale la pena luchar por ellas.
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