La crítica a la corrupción en la historia moderna de México incluye una anécdota bastante divertida sobre Álvaro Obregón Salido, el primer presidente electo posrevolucionario (1920-1924), quien perdió su brazo derecho en la Batalla de Celaya contra el ejército de Pancho Villa en 1915. La historia continúa diciendo que, tras ser elegido, se le escuchó decir a Obregón que México era muy afortunado de tenerlo como presidente porque solo tenía un brazo para reunir el dinero que pudiera caerle.
La corrupción en los cargos públicos es una de las características de un país con instituciones políticas débiles, en proceso de desarrollo o de decadencia. Es decir, hay mucho margen para este tipo de actos delictivos cuando las cosas aún no están en su lugar o cuando ocurre lo contrario y todo se está desmoronando.
La aceptación por parte del presidente Trump del avión “Flying Palace” de 400 millones de dólares, procedente de Catar, país rico de Oriente Medio, con la idea de que eventualmente se destinara a uso personal, es un buen ejemplo. Para mí, no se trata tanto del regalo del avión, que no puede usarse como el Air Force One sin modificaciones valoradas en mil millones de dólares, sino de lo que dice de Estados Unidos.
¿Nos hemos convertido en un país donde alguien en el poder puede manipular nuestras instituciones, empezando por la propia Constitución, y salirse con la suya? ¿Nos hemos convertido en un país donde el poder político, y también nuestro país, puede venderse al mejor postor?
Hago estas preguntas porque esto ya ha sucedido antes y no es una historia bonita. Roma comenzó como un reino, se transformó en una república con una prometedora autoridad colectiva antes de terminar como un imperio dividido con déspotas compitiendo por grandes y pequeñas porciones de su territorio como símbolos de poder personal.
En el año 193 d. C., 946 años después de su fundación, la República Romana alcanzó un punto de inflexión en su trayectoria, que presenció un acontecimiento crucial que manifestó su lento declive. El 28 de marzo de ese año, la Guardia Pretoriana proclamó a su comandante, el cónsul Didio Juliano, como nuevo emperador del reino.
Este nombramiento se produjo tras ser el cónsul Juliano el mejor postor para el cargo. La Guardia Pretoriana, la unidad de seguridad personal del líder político, se dedicaba ahora a vender el puesto político más alto del país a quien ofreciera el mayor dinero.
Este enfoque, junto con otros como la utilización del ejército, el proceso sucesorio o las conexiones familiares, alejó a Roma de los principios fundacionales de la república hacia el imperio y la decadencia que culminó con la caída de Constantinopla en 1453. Esa es la hoja de ruta que podríamos estar siguiendo a medida que el país avanza hacia el liderazgo oligárquico, los desafíos a la Constitución y la compraventa de poder político.
La aceptación inconstitucional de un regalo tan costoso como el Boeing 747 de 400 millones de dólares para uso personal por parte de un aspirante a líder autoritario forma parte de un impulso nacional hacia la desaparición de la democracia. Lo que sigue es gobernar el país como una corporación familiar con una figura paterna a la que hay que obedecer.
Otro chiste sobre la corrupción presidencial mexicana que circula es el de Miguel de la Madrid (1982-1988), quien se dice que alegó que el terremoto de la Ciudad de México de 1985 fue un gran beneficio personal. Me pregunto qué historias se vincularán a Estados Unidos y Oriente Medio.
Estoy seguro de que la historia del palacio volador del 747 se incluirá. Ya está escrita.
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